Cosas que me exasperan: combatir para conseguir financiación

Con esta entrada me voy a meter en un jardín de los que es difícil salir, y lo voy a hacer de manera totalmente consciente y sabiendo que va a ser un «haz lo que digo y no lo que hago».

Me explico. Como sabéis (y si no lo sabéis, os lo cuento yo), parte del trabajo de una asociación de pacientes es conseguir ayudas para que se investigue la enfermedad que afecta a las personas asociadas. Y esto es así porque la investigación en este país no recibe dinero suficiente, y desde las instituciones no la ven como una cosa prioritaria. Pero, oh casualidad, la gente con enfermedades crónicas, raras, graves,… sí que tiene la investigación entre sus prioridades. Así que, como decía, las asociaciones buscan a investigadores que quieran investigar sobre su enfermedad, y además hacen todo lo posible para conseguir el dinero para que puedan hacerlo.

Y ahí es donde llega el momento combate.

Resulta que algunas grandes empresas farmacéuticas ponen una partida de dinero cada año para repartir entre las asociaciones. Así, las que están interesadas presentan el proyecto (de investigación, de ayuda social, de lo que sea) con la esperanza puesta en conseguir algo de financiación para llevarlo a cabo. Una vez presentado, lo ideal sería que se estudiara qué proyecto es mejor o peor, cuál o cuáles de los muchos presentados se merecen tener ese dinero. Pero no! Parece ser que cuenta más tener una gran red de apoyo que un buen proyecto o una gran necesidad, porque lo que hacen es dejar la decisión a la votación de la gente por internet.

Sí, así como lo oís. Gente anónima de todo el mundo es la que decide qué proyecto se va a llevar la ayuda. Da igual lo trabajado que esté el proyecto, lo que se vaya a hacer con él, que si la asociación que lo ha presentado no tiene una gran red de apoyo, ese proyecto se va a quedar sin un euro. Y eso me pone de muy mala leche.

Vale que yo soy la primera que vota a la asociación de la que soy socia y de cuyo proyecto me voy a beneficiar. Pero ya no soy la primera en pedir ese voto, sobre todo cuando el método se repite cada dos por tres. Y probablemente no pida que voten en lugares o a personas que sé que están vinculadas a otras asociaciones que probablemente han presentado un proyecto en la misma convocatoria. Y no lo hago simplemente porque me siento mal, me siento incómoda y me parece totalmente injusto.

Estas últimas semanas, los mensajes en redes sociales pidiendo el voto para su asociación aparecen como setas. Y miras los proyectos y todos son super necesarios, todos van a ayudar a un montón de personas, pero solo algunos conseguirán financiación.

Sí, ya sé que la vida es injusta, que el sistema capitalista es así y no todo el mundo puede conseguir lo que necesita y mucho menos lo que quiere, pero porqué no decide un jurado de expertos? seguirían sin tener el dinero todas las asociaciones, pero sería mucho más justo, no creéis?

En patera

Domingo, 28 de enero de 2024. Volvía de una mañana de hacer fotos por Palma, pensando en que mi cuerpo no daba ya más de sí, cuando me llamó la atención un grupo de chicos que iban por la acera de en frente, varios metros por delante de mí. Y llamaban la atención porque, a pesar de ser enero, el termómetro no bajaba de los 25º y ellos iban con sudadera y la capucha puesta. Todos con su sudadera y mochilas iguales.

Palma es una ciudad llena de turistas, y al final no te extraña nada. Así que cuando los vi, vestidos casi igual, mochila a la espalda, bolsas, botellas de agua… pensé: «estos guiris se van de acampada». Lo que podía haber sido cierto, pero que no fue así.

En un momento dado, el grupo paró al tiempo que yo crucé para seguir mi camino, y pude verles las caras. O más bien no pude vérselas porque llevaban todos mascarilla. No recuerdo qué se me pasó por la cabeza en ese momento, porque acto seguido la imagen de una cruz roja en las bolsas y que alguien les señalaba el camino hacia el puerto y decía «estos se van a tirar al mar» me hizo caer en la cuenta de que no eran guiris volviendo de acampada. Eran jóvenes que habían llegado en patera, probablemente hacía nada, y querían seguir su camino.

Un camino que a saber dónde empezó y solo dios, el suyo o el de quien sea, sabe dónde y cómo acabará. Un camino que solo recorre alguien que llega a un nivel de desesperación tal, que es capaz de jugarse la vida por recorrerlo y llegar a un destino ideal. Un destino que puede quedarse en el mar, en el desierto, en la calle…

No sé qué ha sido de estos chicos. Quizás debí pararme a ayudar, preguntarles si necesitaban algo, apoyarles de alguna manera. Pero me quedé parada, con los pies anclados al suelo mirando como se iban hacia el puerto, incapaz de pensar en nada más que en el porqué de esa desesperación, de esa huida hacia delante. Han pasado tres días y sigo con la imagen de las sudaderas y de las bolsas de la Cruz Roja en la retina, dándole vueltas, intentado comprender, maldiciendo a los que permiten que haya gente que se vea abocada a esa tortura, y maldiciéndome por no reaccionar. Ojalá nadie tuviera que pasar por lo que pasa esta gente.

La duna i la cascada, de Antonina Canyelles

Esta vez os voy a hablar de un libro de poesía en catalán: La duna i la cascada de Antonina Canyelles. La poesía es algo que se me resiste en general, y la poesía contemporánea me cuesta mucho más, pero lo interesante de los clubs de lectura de las bibliotecas es que puedes enfrentarte a libros que de primeras no te comprarías, o ni siquiera hojearías.

Pero no os voy a negar que, a pesar de no verle la gracia a la mayoría de poemas o no pillarle el sentido, algunos de ellos (casi todos cortos) me llegaron a llamar la atención. Y el hecho de hacer la tertulia con amantes de esa poesía y con la autora, os puedo asegurar que ayudó.

Os voy a poner uno de los poemas que están en internet (https://www.escriptors.cat/autors/canyellesa/la-duna-i-la-cascada), traducido por si alguien no entiende el catalán y le da pereza ir a un traductor, aunque en muchos casos los poemas pierden esencia cuando se traducen literalmente. Y eso pasa en todos los idiomas. Si tenéis oportunidad, buscad un poema famoso en cualquier idioma, y comparad su traducción oficial al castellano con la que os ofrece google, ya veréis las diferencias.

MOTS

Les paraules són la carn,
el pa, el peix i la verdura;
l’oli, l’aigua, la sal i les espècies.
Les paraules són la fruita, el vi,
el ganivet i l’olla;
el plat, la boca, la cullera i el foc.

PALABRAS

Las palabras son la carne,
el pan, el pescado y la verdura;
el aceite, el agua, la sal y las especies.
Las palabras son la fruta, el vino,
el cuchillo y la olla;
el plato, la boca, la cuchara y el fuego.

Tenéis más información sobre el libro y la autora en los siguientes enlaces:

Punto para los locos

Nunca he estado muy bien de la cabeza, aunque no sé si entro dentro de la definición de loca. Lo que sé si ha abundado en mi vida han sido los problemas de ansiedad, a lo que la pandemia añadió una agorafobia, un TOC y algo de depresión.

Trabajé mucho para estar mejor, y de no poder estar en un sitio si había gente, he pasado a poder ir a ver el espectáculo de Ángel Martín, «Punto para los locos» con un teatro a tope. Eso sí, llegando a primera hora, en primeras filas y sin mirar hacia atrás para no ver la cantidad de gente que había.

Es un espectáculo que os recomiendo, si os gusta la comedia, claro. Y a mí me gusta. Durante una época me tragaba cualquier monólogo que salía por la tele, y encima iba con mis amigos a verlos en el teatro. Pero luego, por cuestiones de vida y cruces de cables, dejé de disfrutar con estas cosas, casi dejé de reír. Así que «Punto para los locos» ha sido como una vuelta a casa, en la que he confirmado que me gusta reír.

Durante el monólogo, además de los tópicos y típicos gags, velocidad de habla, y anécdotas que hacen gracia a casi todo el mundo, Ángel Martín mete apuntes serios sobre salud mental. No como psicólogo, sino como afectado. Y esos apuntes, si has pasado por dificultados o estas pasando por ellas, se te meten hasta el alma. Así que puedes pasar de la risa al llanto como si estuvieras en una montaña rusa: ahora ríes, ahora lloras, ahora ríes otra vez y ahora ríes y lloras a la vez.

En conclusión, que os recomiendo ir a ver el espectáculo si tenéis oportunidad, básicamente porque a mí me ha gustado (aunque todo el mundo tiene sus gustos y a vosotros a lo mejor no os hace ni pizca de gracia).

Postdata: También, y aprovechando que hablo del tema, os recomiendo un par de cositas de Ángel Martín que también me han gustado. Su podcast Por si las voces vuelven, donde habla con gente con problemas de salud mental, y sus libros «Por si las voces vuelven» sobre su brote psicótico (que he leído, releído y subrayado) y «Detrás del ruido» sobre el después (que me acabo de comprar)

Les Altures, de Sebastià Portell

Como dije en una entrada anterior, voy a aprovechar que estoy en un par de clubs de lectura para mostrar los libros que estoy leyendo, y dar mi humilde opinión como lectora empedernida.

En este caso quiero hablar del libro, Les Altures, de Sebastià Portell. Les Altures cuenta «el éxito y el fracaso a partir de la figura de Ismael Smith, uno de los creadores más queer, genuinos y excepcionales de nuestro patrimonio artístico.» según explica la contraportada del libro. Aunque en realidad, y según mis sensaciones, lo que realmente refleja el libro es la vida alrededor de Ismael Smith, más que la vida del artista.

Pero quién era Ismael Smith? Gracias a la información de la contraportada sabemos que fue una «promesa fulgurante del arte catalán de principios del siglo XX y creador desterrado poco tiempo después por la burguesía que lo había enaltecido, el pintor, escultor y grabador Ismael Smith es una de las figuras más queer, genuinas y excepcionales de nuestro patrimonio artístico.» Teneis más información en el artículo de El Nacional «Ismael Smith: artista maldito, independentista y queer, en el MNAC«.

El libro nos presenta primero a sus vecinos neoyorkinos, para luego hablar de la criada, de su madre, de sus hermanos, de su hermana,… Así, tenemos a los típicos y tópicos vecinos de barrio de película estadounidense, que viven en una casa con jardín y que no pueden con la familia Smith. Y si los vecinos son los típicos, la familia Smith no entra dentro de lo que se considera una familia estándar. Un matriarcado que raya en lo tóxico, problemas de salud mental, arte,… El libro nos va presentando a todas estas personas con la vida de Ismael como hilo conductor.

Aunque a mí me ha enganchado el libro, mis compañeras de tertulia lo han considerado flojo. La razón: habían leído un libro anterior de Sebastià Portell, «El día que murió David Bowie», donde se muestra la vida de un homosexual mostrando los tópicos más tópicos, y exagerándolos incluso, sin edulcorar nada. En cambio en Les altures, a pesar de que se habla de un artista homosexual, con una obra polémica y un final desgraciado, el autor no se centra en el tema sino en la vida de los que le rodearon.